No encontraremos la felicidad cuando ganemos el premio mayor de la lotería; tampoco cuando alcancemos todas nuestras metas. Es muy posible que nuestra vida termine en el intento.
Si somos realistas y miramos las estadísticas, son poquísimas las probabilidades que ganemos el premio mayor de la lotería o que alcancemos todas nuestras metas y si nuestra felicidad depende de que alcancemos dichos objetivos, entonces, es más que probable que nunca seamos felices.
La verdadera felicidad no proviene del dinero o el éxito. El dinero nos ayuda a conseguir más comodidades, pero no compra felicidad. El éxito te abrirá algunas puertas y te acercará a nuevas personas, pero no compra verdadera amistad o felicidad.
Entonces, ¿dónde se encuentra la verdadera felicidad?
La felicidad no se encuentra en un lugar específico ni se puede comprar con dinero. La felicidad es aprender a disfrutar lo que tienes y valor esas pequeñas cosas que no puedes comprar por más dinero que tengas, es disfrutar cada momento por más pequeño que este sea.
La verdadera felicidad yace detrás de la tierna y sincera sonrisa de un niño, la tierna caricia de una madre, ese plato de comida que solo tu madre sabe cómo preparar y que sabe tan divino porque lo hace con amor, la victoria de tu equipo favorito y muchos otros momentos que jamás se repetirán. Todos estos breves momentos que nos da la vida, son las pequeñas partes que sumadas nos llenan de felicidad.
Siempre debemos entender que todo momento es fugaz y en un abrir y cerrar de ojos ya son historia. Por lo tanto, debemos aprender a tomamos el tiempo suficiente para saborearlos y disfrutarlos. Jamás debemos tomar nada por garantizado porque de nada nos sirve darnos cuenta lo importantes que fueron cuando ya pasaron. No importa cuánto éxito o dinero tengamos, nunca podremos comprar o recuperar esos momentos. Los niños crecen, los amigos se van, el tiempo pasa y la vida se acaba.
Vive el momento y disfrútalo al máximo porque el mañana es incierto y solo el presente es lo que tenemos.